Después de un duro e intenso día de trabajo, tuve un presagio de mis
tribulaciones futuras, cuando empezaba a conciliar el sueño. Mientras trataba de mantener la tranquilidad, mi inquietud
aumentaba cada vez más. A menudo, deseaba vehemente la adquisición de
una mayor capacidad mental y es aquella noche cuando me sentí así. Como si yo tuviera
en realidad un cerebro privilegiado. No solo tenía una enorme capacidad de
cálculo y memoria; además lograba transmutar la materia de un lugar a otro y
moverla a mí antojo por el espacio, como si fuera un juego de niños. Desconozco
cuál era el germen de semejante milagro, pero empecé a comprobar la veracidad
de mis poderes al despertar de nuevo, consciente de que aquello no era un mero
sueño. Era real. Ya no veía mi cuerpo, tan solo era consciente de mi ser.
Tampoco oía mi respiración y no tenía sensaciones de frío o calor, ni
experimentaba emociones. Era etéreo, y, sin embargo, siento que podía
controlarlo todo tan sólo pensando en ello...sin necesidad de un cuerpo físico.
Una luminosa oscuridad es lo que quedaba de mi persona. Esto,
era lo más parecido a ser Dios. Pero sin duda, si alguien me había transformado
en algo así, había sido él. Me había quedado reducido en nada, pero ahora sentía que yo era
todo.
Entro en su cuarto y sólo veo puntos luminosos esparcidos en una oscuridad total y etérea. Brillan con una intensa luz, oscilando cada pocos segundos, de un lado para otro. Después su destello se hace más tenue, y vuelve a brillar con fuerza de forma intermitente de nuevo, como si fuese una misteriosa fuente de energía. Tardo en darme cuenta de que es un cielo estrellado. Un pequeño retazo del universo ha venido a parar de forma inexplicable a esta habitación, en el suelo de aquel familiar cuarto, donde hicimos tantos experimentos Dani y yo. Experimentos de todo tipo: extraños, atrevidos, retorcidos y todos ellos muy peligrosos. Siempre queriendo retar los límites de la realidad sin ver las consecuencias de aquellos actos. Ahora entiendo que pasó aquel día, aquel martes noche, cuando desapareció la familia de mi amigo Dani. Él quería ir allí. Aquel increíble lugar al que alguna vez fuimos. Por poco morimos en el intento por una confusión milimétrica de coordenadas. Le dije que esperara
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