Despierto en el pueblo que me vio nacer. He dormido en la cama donde dormía mi madre, con el somier y el cabecero de hierro y latón, y el deforme colchón mullido con auténtica lana. Eso ya nunca lo podré disfrutar en ningún otro lugar. Sólo en éste pequeño pueblo de Zamora lleno de recuerdos esparcidos por cada rincón que a diario transito. Parece mentira que las cosas aquí hayan cambiado tanto y a la vez tan poco. Sigue el caño de la plaza arrojando su inagotable chorro de agua cristalina. Cuando era niño aquello me parecía como un hechizo mágico; a día de hoy me lo sigue pareciendo, pues en casi cuarenta años, no he visto que aquel chorro parase. El bar de Gloria sin embargo si ha cambiado, pasando por diferentes dueñas y cerrando después. Sin embargo han ido abriendo otros bares, pero nunca llegaron a ser más de tres. Estaba el moderno y estaba el antiguo, pero para los del pueblo siempre fue lo mismo, por que es tan pequeño que los bares eran una excusa para reunirse, socializar
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