Con destreza y coraje luchaba por luchar de allí. Cada pocos segundos las paredes se movían lentamente para formar una nuevo camino que no sabía a donde llevaba. El encanto de los laberintos que había visto de niño en cuentos y películas desaparecía ahora que estaba dentro, intentando escapar de uno de ellos. Llevaba todo el día en aquella maldita ratonera, a veces andando y otras veces corriendo, pero siempre pensando quien me había metido allí. Aquel lugar parecía infinito. Empecé a pensar que nada cambiaría corriendo de un lugar a otro y decidí cambiar la estrategia. Intenté escalar las paredes cuando se movían y llegaban a unirse varias a la vez. Pensé que haciendo palanca con las piernas entre dos paredes cercanas podría escalar. Así fue, pero terminé cayendo después. Desesperado me senté en el suelo, pero las paredes seguían moviéndose y no me dejaban estar un segundo descansando tranquilo. De pronto todo quedó a oscuras. Oí un ligero pitido y una voz.
— ¡prueba terminada! Ha superado
la última prueba del examen para policía inter-urbana. Incorpórese y baje del
sillón lentamente cuando recupere la estabilidad y la conciencia, y … alégrese;
La plaza es suya. Enhorabuena.
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