— Ocho dientes de ajo negro, cuatro ojos de dragón, unas escamas de serpiente, la pezuña de un caballo, los pelos de la pluma de un pavo real, algunos dientes de conejo el caparazón de una tortuga de al menos doscientos años; También algunos cuernos de toro, el veneno de una tarántula y las manos de un orangután…Este es el brebaje que te proporcionará la fuerza de un ejército entero. Si logras conseguir todos estos elementos y te bebes la poción, te convertirás en alguien invencible, créeme — le dijo la bruja de las cumbres nevadas.
El guerrero no estaba seguro de
que decisión tomar, pues nunca había tratado con una bruja y le pedía 300
monedas de oro. Tras pensarlo varios minutos le dijo:
— Está
bien, pero te pagaré la mitad de monedas ahora y la otra mitad cuando regrese y
haya reunido todo lo que me pides para la poción. Volveré en quince días y
espero verte aquí. De lo contrario haré que te maten.
—Está bien guerrero, no me moveré
de aquí. Ve tranquilo pues no tengo a donde ir con este aspecto y con esta
edad.
El guerrero salió de la cabaña
confiando que la bruja sería su salvación para invadir el reino vecino. Todavía
le quedaba enfrentarse a enormes dragones, venenosas arañas y otros peligros,
pero su guardia real le ayudaría en eso. Pasados 15 días el guerrero volvía a la
cabaña de la bruja, en lo alto de las cumbres nevadas. Iba cargados de los
condimentos que le pidió la bruja y llevaba además un saco cargado con ciento
cincuenta monedas de oro. Cuando llego a la cabaña se dio cuenta que la bruja
no estaba y empezó desesperado a buscar las monedas de oro que le había dejado.
Pero allí no había nada de valor. —La bruja le había engañado astutamente,
pensó— Sin embargó vio que había dejado un caldero preparado para hacer la
poción y una nota en la que ponía:
—
Éste es mi caldero mágico. Prepara aquí la
poción como te indiqué y bebe de ella. Serás tan fuerte como te prometí.
El guerrero empezó a prepararla
torpemente pues no estaba acostumbrado a cocinar. Tardó más de una hora en
tenerlo todo correctamente preparado. Cuando el caldo empezó a hervir la bebió
como le indicó la bruja. El guerrero empezó a gritar de dolor pues se quemó la
garganta. Gritó de nuevo pues estaba muy picante. Finalmente empezó a crecer y
crecer y se hinchó como un globo. Cuando se quiso dar cuenta se había
convertido en un elefante. La cabaña quedó hecha trizas. El enojado elefante no paraba de gritar y
patalear. De pronto vio que venía un leopardo de las nieves veloz como el rayo.
Se convirtió en una bella mujer que cargó el saco de monedas de oro que traía
el guerrero y se quedó observando sonriente al patoso elefante.
—
Te prometí la fuerza de mil hombres y no te
mentí. Para la próxima vez, si quieres ser más fuerte, usa la cabeza.
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