Cada mañana el ave fénix salía de su cuerpo de cuerpo y sobrevolaba la ciudad. Aquel tatuaje tenía vida propia. En la noche volvía hasta su compañera volando entre llamaradas de fuego. Segundos antes de posarse en su hombro, el ave fénix dejaba de arder en llamas y tornaba a su estado normal de tranquilidad. Después, empezaba a fusionarse con la piel de la mujer, que le ofrecía su cuerpo para descansar. La mujer se tatuó aquel pájaro en un remoto pueblo tailandés, donde los animales tenían una profunda unión con los lugareños. Todos tenían un avatar que era un animal. Según ellos, el animal te elegía y aceptaba estar unido a ti el resto de su vida. Mediante un ritual se unían el animal y el humano para siempre. Durante años el ave fénix permaneció junto aquella joven mujer, hasta que un día el ave no volvió a su hombro. La mujer comprendió que la vida del pájaro había llegado a su fin. Pasados los años la mujer contrajo una grave y desconocida enfermedad. Durante varios días, estuvo agonizando y cuando estaba al borde de la muerte, apareció el ave fénix envuelto en llamas. Se posó en el hombro de su compañera y le acarició con su cabeza como señal de cariño y amistad. La mujer le miró con ternura y se quedó dormida. Días después, cuando despertó, advirtió que se había curado completamente gracias a su avatar. Era de día pero todavía seguía en la sala de hospital haciéndola compañía. Los médicos nunca entendieron aquel milagro. El ave fénix volvió a marcharse de la vida de su compañera y ella entendió que quería vivir libre, pero que siempre le tendría junto a ella en los momentos importantes.
Entro en su cuarto y sólo veo puntos luminosos esparcidos en una oscuridad total y etérea. Brillan con una intensa luz, oscilando cada pocos segundos, de un lado para otro. Después su destello se hace más tenue, y vuelve a brillar con fuerza de forma intermitente de nuevo, como si fuese una misteriosa fuente de energía. Tardo en darme cuenta de que es un cielo estrellado. Un pequeño retazo del universo ha venido a parar de forma inexplicable a esta habitación, en el suelo de aquel familiar cuarto, donde hicimos tantos experimentos Dani y yo. Experimentos de todo tipo: extraños, atrevidos, retorcidos y todos ellos muy peligrosos. Siempre queriendo retar los límites de la realidad sin ver las consecuencias de aquellos actos. Ahora entiendo que pasó aquel día, aquel martes noche, cuando desapareció la familia de mi amigo Dani. Él quería ir allí. Aquel increíble lugar al que alguna vez fuimos. Por poco morimos en el intento por una confusión milimétrica de coordenadas. Le dije que esperara
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