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EL CONSERJE

El conserje

 

Ya se metió el sol. El trasiego de vecinos histéricos por llegar a casa a cesado y los coches que circulan en la calle de enfrente se cuentan con los dedos de una mano. No llueve, pero parece que quiere llover. Hace un gélido frío invernal y el viento sopla zarandeando violentamente los árboles de la comunidad. Quizá no sea la mejor noche para hacer guardia en esta pequeña caseta de seguridad, pero tampoco es la peor. Lo que me fastidia es que es una noche más. Una noche más muerto de sueño, viendo las horas muertas pasar, rezando porque nadie intente robar en los garajes, inventando nuevas formas de pasar el tiempo… en fin, una noche más de guardia en la comunidad del Ensanche de Vallecas “La Tres Estrellas”. La noche no empieza del todo mal, porque he descargado un juego nuevo para el móvil y es súper divertido. Después quería ver una película online y luego quizá llame a un compañero conserje que también le toca de guardia. Cada media hora salgo de la caseta a fumar un cigarro y cada dos horas hago la guardia. Justo ahora he acabado la última y ya son las dos de la mañana. Me empieza a entrar sueño, así que me tomo un café bien cargado en la caseta y salgo después a fumar un cigarro más. Todo está tranquilo de momento. Pero a los pocos segundos de tomar el café empiezo a sentirme cada vez más cansado. Como mareado. Así que decido ir de nuevo a hacer la ronda. Empiezo andar camino de los portales y empiezo a oír un extraño ruido. Es como un zumbido intermitente. Proviene del portal. Me acerco muy poco a poco subiendo las escaleras de acceso y abro la puerta. No hay nada, así que decido bajar al garaje. Bajo por las escaleras para mayor seguridad. El sonido ahora es más fuerte y ahora se escuchan también un estruendoso sonido metálico y varias alarmas de coches empiezan a sonar.  Muerto de miedo abro la puerta de emergencia y me encuentro una escena dantesca… los coches están siendo absorbidos por una extraña fuerza que proviene de la plaza veintidós.  Parece como si de un agujero negro se tratara, absorbiéndolos hacia su núcleo y engulléndolos después. En menos de tres minutos ya han desaparecido la mitad de los coches, y en pocos minutos más no quedará ninguno. Me quedo paralizado sin saber qué hacer. Divago en mis pensamientos. Cuando me quiero dar cuenta ya no quedan coches y en la plaza veintidós todavía sigue ese misterioso remolino. Me doy cuenta que es la plaza de Carlos, el científico del CESIC. Temblando me acerco para ver más de cerca aquel acontecimiento. Es una especie de remolino cósmico, pues puedo ver estrellas y algún planeta dentro de aquella cosa. Es simplemente alucinante. De pronto me percato que tras de mí hay una sombra. Me doy la vuelta y veo a Carlos. Me mira fijamente con cara de pocos amigos.

 

—No deberías estar aquí. —Me dice.

—Pero… ¿Que ha pasado? ¿Tú lo sabes?

—Un agujero intergaláctico. Eso es lo que ha pasado. Una pequeña venganza, en respuesta a los vecinos hostiles que intentaron denunciarme por la antena que puse en mi ático. Disputa tras disputa, acusación tras acusación y dos tormentosos años. Espero que esta lección haga cambiar su mezquina actitud.

 

—Pero… ¿Yo que les voy a decir?

—¿Tu? no te preocupes, tu no les dirás nada.  

 

En ese momento me empuja hacia el agujero. Sin embargo, logro agarrarle de su brazo y con una llave de yudo invierto el movimiento. Es Carlos el que cae al agujero intergaláctico desapareciendo como una colilla flotando en el agua arremolinada de un sumidero. Me quedo anonadado y sin saber qué hacer. Ahora han desaparecido todos los coches y Carlos, y no hay ni rastro de lo que ha pasado, pues ya se ha cerrado el agujero intergaláctico. Pero no es eso lo peor. Lo que me fastidia es que tengo que estar una noche más aquí. Una noche más muerto de sueño, viendo las horas muertas pasar, rezando porque nadie intente robar en los garajes, inventando nuevas formas de pasar el tiempo. En fin, una noche más de guardia en la comunidad del Ensanche de Vallecas “La Tres Estrellas”.




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