Los osos panda del parque de Chendú jugueteaban libremente entre los verdes bambúes. Cientos de turistas se agolpaban para verlos. Yo era uno de ellos. Estaba haciendo un largo viaje por toda china pues siempre había querido conocer bien sus costumbres y tradiciones. Después de un mes ya lo conocía bastante bien. Sólo me quedaban cuatro regiones por visitar y pronto volvería a España a trabajar en mi nueva novela. Cuando salí del parque me encontré a un hombre que no paraba de mirarme. Parecía un longevo anciano pero se movía con destreza y caminaba veloz. Se ocultaba entre la gente pero sé que me espiaba por alguna razón. Fui tras él pero desapareció entre los árboles de un solitario bosque que había al salir del parque. Intenté seguir su rastro y cuando me quise dar cuenta estaba entre enormes troncos de árboles. Horas más tarde estaba allí perdido sin saber como salir. Entonces apareció una especie de llamarada azul flotando en el aire. Se transformó en el anciano que me espiaba y me observó fijamente. Alzó los brazos en alto y recitó unas palabras en un extraño idioma. Después desapareció sin dejar rastro. Yo seguí caminando durante horas hasta que logré salir de allí. Volví al parque donde estaban los osos panda. Casi sin darme cuenta me fui transformando en uno de ellos. Días después volví a ver aquel misterioso anciano. Me miraba de nuevo fijamente y sonreía. Ahora yo era el que jugueteaba con los pandas, encerrado en el parque de Chendú.
Entro en su cuarto y sólo veo puntos luminosos esparcidos en una oscuridad total y etérea. Brillan con una intensa luz, oscilando cada pocos segundos, de un lado para otro. Después su destello se hace más tenue, y vuelve a brillar con fuerza de forma intermitente de nuevo, como si fuese una misteriosa fuente de energía. Tardo en darme cuenta de que es un cielo estrellado. Un pequeño retazo del universo ha venido a parar de forma inexplicable a esta habitación, en el suelo de aquel familiar cuarto, donde hicimos tantos experimentos Dani y yo. Experimentos de todo tipo: extraños, atrevidos, retorcidos y todos ellos muy peligrosos. Siempre queriendo retar los límites de la realidad sin ver las consecuencias de aquellos actos. Ahora entiendo que pasó aquel día, aquel martes noche, cuando desapareció la familia de mi amigo Dani. Él quería ir allí. Aquel increíble lugar al que alguna vez fuimos. Por poco morimos en el intento por una confusión milimétrica de coordenadas. Le dije que esperara
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