Después de mucho buscar en todos los cajones de la vieja casa abandonada, me dirigí al sótano. Allí no había ni un solo cajón por extraño que parezca. Solo grandes armarios llenos de enormes bolsas de basura que guardaban todos los grandes tesoros de la casa. En el fondo sabía que lo que buscaba estaba allí abajo, en aquellas bolsas. Había desde bajillas de plata, hasta juegos antiguos de coleccionista. Pero yo buscaba algo de mucho mas valor. Algo único en el mundo. Se trataba de una llave de oro alargada con tres cabezas de dragón en un extremo y una gema al extremo opuesto de la llave. Era una pieza única que pertenecía a un tesoro de una antigua dinastía China. La llave tenía el poder de abrir la puerta de un lugar donde sólo había bestias, demonios y caos. La oscura dimensión de Liuntang. Pero esta llave no había sido utilizada en siglos. La familia que había abandonado la casa, no tenía ni idea de que existiera una llave con tales poderes. En su día hicieron limpieza en el domicilio y encerraron muchos objetos de valor en sótano, olvidándose de ellos para siempre. Después cambiaron de domicilio y nadie volvió a entrar allí. Hasta que llegó él, jardinero y persona de confianza de la casa. Acababa de llegar de Londres, donde había estado viviendo tres años. Allí habló con un comerciante del mercado de Camden Town, que tenía una replica de la llave de tres cabezas de dragón, que evidentemente era falsa, pero el conocía la historia muy bien. De echo, había conocido al abuelo de la familia que era el que le contaba una y otra vez la historia de la llave al jardinero. El mercader le dijo como despertar el poder de aquella poderosa reliquia y el jardinero en cuanto llegó a España donde se encontraba la casa se dirigió directamente a buscarla. Al ver la casa vacía pensó que la familia se había mudado por fin y podría revisar el sótano donde estaba seguro que la encontraría, pues la familia no tenía interés en la llave. El jardinero sabía que en ese oscuro mundo al que le daría acceso la llave encontraría oro y plata por doquier. Podría crear un tesoro incalculable aunque el riesgo también lo sería. A Pesar de ello buscó con ansia la llave hasta encontrarla. Ya en su poder la observó emocionado y sonrió. La hundió en el suelo de la casa y cuando la llave tomó contacto con el suelo, empezó a introducirse derritiendo el cemento poco a poco y abriendo un agujero de luz roja candente. Se empezó a expandir muy poco a poco por el suelo y el joven jardinero retrocedió despacio pensando si acercarse aquella extraña energía. Era lo que buscaba pero ahora dudaba. El tesoro que tanto ansiaba conseguir podría constarle la vida. Cambió de idea pues a medida que aumentaba la extraña energía que daba acceso al endemoniado mundo de Liuntang más crecía su temor. Además un sentimiento de cobardía que minutos antes no tenía, se apoderó de él por completo y empezó a temblar como un perro acobardado. Llego un momento que ya no tenia espacio para retroceder más pues la energía había invadido por completo el sótano. Al dar un paso más y arrinconarse contra la pared se golpeó con una estantería y se le cayeron cientos de herramientas encima. Aturdido cayó en el agujero y pasados tres segundos se oyeron los gritos de terror mas endiablados que se hayan oído nunca. Días más tarde los policías investigaron el caso y todavía seguían oyendo extraños gritos de un hombre que agonizaba, sin saber de donde venían aquellos horribles alaridos.
Entro en su cuarto y sólo veo puntos luminosos esparcidos en una oscuridad total y etérea. Brillan con una intensa luz, oscilando cada pocos segundos, de un lado para otro. Después su destello se hace más tenue, y vuelve a brillar con fuerza de forma intermitente de nuevo, como si fuese una misteriosa fuente de energía. Tardo en darme cuenta de que es un cielo estrellado. Un pequeño retazo del universo ha venido a parar de forma inexplicable a esta habitación, en el suelo de aquel familiar cuarto, donde hicimos tantos experimentos Dani y yo. Experimentos de todo tipo: extraños, atrevidos, retorcidos y todos ellos muy peligrosos. Siempre queriendo retar los límites de la realidad sin ver las consecuencias de aquellos actos. Ahora entiendo que pasó aquel día, aquel martes noche, cuando desapareció la familia de mi amigo Dani. Él quería ir allí. Aquel increíble lugar al que alguna vez fuimos. Por poco morimos en el intento por una confusión milimétrica de coordenadas. Le dije que esperara
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